Saturday, July 08, 2006





Las habitaciones esperan en silencio. Cada objeto ocupa su lugar, firme hasta la
llegada de alguien que les otorgue el sentido de ser. La mano del hombre en su
creación. Y la acción en la mente de Svankmajer
comienza a descubrir el juego del hombre. Pero no solo nos recuerda el "para que" fue
creado cada objeto, sino que nos revela otra mirada sobre un uso que no acostumbramos percibir. Al menos, no a menudo.
Y así es posible que nunca sepamos a ciencias ciertas para qué sirve un cortaplumas sin nunca vimos a Svankmajer. O mejor dicho: para que otra cosa más sirve.

Dice Svankmajer:

"Los objetos de la vida cotidiana están esclavizados por completo por esta
civilización pragmática, privada de la esencia mágica y desclasizada hasta funciones
meramente utilitarias. Eso lo provoca por un lado el declive generalizado de la
civilización, pero también la pérdida de fuerza espiritual y la discontinuidad de la
tradición esotérica, y por otro la pérdida de la dimensión táctil de los objetos. La
mayoría de los objetos de uso cotidiano se fabrican de tal forma que durante su
proceso de producción nunca llegan a ser tocados por manos humanas. Las máquinas las
producen en cantidades industriales. Luego, los objetos llegan al mercado del
consumidor en un estado completamente estéril, sin ningún tipo de impronta emocional.
Al igual que los viejos herméticos, creo que hay dos tipos de objetos: los que están
vivos y los que no lo están. (Los alquimistas hablaban de sulfuro vivo o sal viva, en
oposición a los compuestos químicamente “puros”.)

Los objetos que no están vivos son precisamente los que están fabricados por
máquinas. En contraste, los objetos vivos son los que crea la gente, los que tienen
una impronta emocional: objetos en los que la gente ha dejado un rastro de sus
sentimientos, ansiedades y alegrías. Objetos que han sido testigos de diversos
acontecimientos emocionales. Los objetos lo guardan todo en su interior. Y en ciertas
circunstancias, pueden manifestar esas emociones. Yo colecciono esos objetos vivos,
me rodeo de ellos, los toco, les escucho y, por encima de todo, les atribuyo los
papeles más importantes de mis películas. Es decir, construyo objetos “libres”.

"Jabberwoocky" Basado en el poema de Lewis Carrol (extraído del libro "Alice in
wonderland"
, del cual años mas tarde el propio Svankmajer adaptaría como pueden
apreciar en esta locura de trailer) es uno de mis preferidos dentro de su extensa
obra (donde abarca también cine de ficción) porque cumple con lo anteriormente
citado. Es imposible sentirse indiferente en su recorrido. Pulsiones constantes en
nuestro estómago.

De mas pequeño, frente a mi cama tenía un conejo colgando en la pared. Y era muy
común en ese momento, en que uno está despertando y no sabe muy bien que es real y
que no, que el conejo tomara vida en mi mente. Por momentos me parecía ver que se
movía. Sonriendo con sus macabros dientes paleta... No sabía bien que significaba,
pero nada bueno podía suceder con ese conejo ahí, mirándome.
Mi mente nunca pudo ir mas allá de esa imagen. Un verdadero fraude o un ejemplo de autocontrol precoz, de todas formas no viene al caso. (Ahora me doy cuenta que lo mío era mas Quay Brothers que Svankmajer)

Años más tarde: otro momento de shock al ver unas viejas historietas, que en su
contratapa tenía impreso un cuadro sinóptico con fotos de diferentes autores. Lo que
me chocó a primera vista, era que estaban todos muertos.
Pero eso no era lo raro, era lógico que lo estuvieran, pero las poses en que se fotografiaban, muy al estilo de los comienzos, siendo poco naturales. Y sumándole que la editorial, para imprimir ese cuadro sinóptico en la revista, eligió un monocromo amarillo bastante añejo, lograban perturbarme. Estaban pero a la vez no estaban presentes.

En Svankmajer, la contradicción de su obra se da por la existencia tanto de la vida como de la
muerte, en cada acción que el personaje realiza, porque cada fotograma que es proyectado ya pasó y por lo tanto dejó de estar ahí.
Los juguetes de "Jabberwoocky" con los que ya nadie juega, los niños que jugaban con ellos ya no están vivos o simplemente están jugando a otra cosa. Y nadie mas jugará... salvo Svankmajer.
Su animación se eleva, te atrapa y te conduce hasta la salida de un laberinto complejo y oscuro.
Complejo porque las cosas no se resuelven de la manera que uno espera y oscuro por sus soluciones, en las que hasta un gato vivo interviene.

Los objetos parecen retener alguna información de la persona que los creó, de quienes eran sus dueños originales o de sus manos creadoras. Pero están muertos y en ese punto, donde las acciones toman (otra vez parte) de esa pérdida para desviarse en fluidos, sangre y trozos de comida que terminan multiplicándose hasta rodearnos por completo.

¿Qué otra cosa esperaban recibir? Sin sentido (suban el volumen)

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